El matrimonio en el orden de la creación
La Iglesia a través del Catecismo de la Iglesia Católica nos manifiesta en su inciso 1603,
«La íntima comunidad de vida y amor conyugal, está fundada por el Creador y provista de leyes propias. El mismo Dios es el autor del matrimonio» (GS 48,1). La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales.
Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad (cf GS 47,2), existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial.
«La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar» (GS 47,1).
El Matrimonio es una comunidad de Amor diseñada y creada por nuestro Padre, en donde al final de la creación y como coronación de la misma Dios creó la criatura más eminente: el ser humano. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó” (Gen 1,27). El ser humano en sus dos facetas diferenciadas es la obra maestra de Dios. Es la imagen que representa el amor de Dios y su primera alianza de amor con la humanidad.
El lenguaje mítico y simbólico del Génesis presenta a Dios con la imagen tierna y delicada de un artista alfarero moldeando su gran obra: la creación de la pareja humana.
Aparece desde esas primeras páginas sagradas la belleza, grandeza y fuerza del amor entre los esposos y el sentido del matrimonio.