Santa Teresita del Niño Jesus

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Lisieux (1877 - 1888)

Con cinco hijas que educar, el Sr. Martin cede a los ruegos insistentes de su cuñado, Isidoro Guerin, farmacéutico en Lisieux. Toda la familia Martin se instala en Los Buissonnets. Teresa encuentra allí una ambiente cálido, pero los cinco años que va al colegio de la abadía de las Benedictinas, serán para ella «los cinco años más tristes de su vida». Buena alumna pero tímida, escrupulosa, sufre con los contratiempos de la vida escolar…

La entrada de Paulina en el Carmelo de Lisieux vuelve a abrir la herida. A los diez años, Teresa cae gravemente enferma : síntomas alarmantes de una regresión infantil, alucinaciones, anorexia. La medicina no puede hacer nada. Los familiares y el Carmelo rezan. El 13 de mayo de 1883, una imagen de la Virgen María sonríe a Teresa que es curada súbitamente. Al año siguiente, el 8 de junio, su primera Comunión es para ella una «fusión» de amor. Jesús se entrega al fin a ella y ella se entrega a Él. Piensa ya en ser carmelita. La entrada en el Carmelo de su tercera madre, su hermana María, la desestabiliza. Sufre una grave crisis de escrúpulos obsesivos, está hipersensible y «llora en exceso». Desea morir y ser liberada. Al volver de la misa del Gallo el año 1886, la gracia toca su corazón. Es una verdadera conversión que la transforma en una mujer fuerte. El Niño del pesebre, el Verbo de Dios le ha comunicado su fuerza en la Eucaristía.

Está decidida a luchar para entrar en el Carmelo, superando todos los obstáculos : su padre, su tío, el superior del Carmelo, el obispo, el Papa León XII, pues la gracia le ha abierto el corazón y quiere salvar a los pecadores con Jesús que, en la Cruz, tuvo sed de almas. Teresa, a los catorce años y medio, decide permanecer siempre al pie de la Cruz para recoger la sangre divina y dársela a las almas». Tal es su vocación de «amar a Jesús y hacerlo amar».

El 1887, al oír hablar de un asesino que ha dado muerte a tres mujeres en París, reza y se sacrifica por él queriendo, a todo precio, arrancarlo del infierno. Henri Pranzini es juzgado y condenado a morir guillotinado pero, en el momento de morir, besa el crucifijo. Teresa llora de alegría: su oración ha sido escuchada. Lo llama su primer hijo.

En su peregrinación a Italia Teresa se da cuenta de que, a pesar de lo «sublime de su vocación», los sacerdotes tienen pequeñas debilidades. Piensa que hace falta rezar mucho por ellos, porque son hombres «débiles y frágiles». Teresa comprende que su vocación no consistirá sólo en orar por la conversión de los grandes pecadores, sino también en rezar por los sacerdotes. En el curso de esta peregrinación pide al Papa poder entrar en el Carmelo a los quince años. Respuesta evasiva, «un fiasco», pero el 9 de abril de 1888, Teresa deja para siempre a su padre, a sus hermanas, a su familia, los Buissonnets, a su perro Tom…