Camino espiritual
El camino espiritual de Teresa Martin fue solitario. Cierto que recibió mucho de su familia, de sus educadores y de sus maestros del Carmelo, pero ningún sacerdote la marcó profundamente. El Espíritu Santo trazó en ella un sendero de autenticidad – «No he buscado más que la verdad» – que le reveló las profundidades del Amor trinitario y un » caminito» para unirlos sin ninguna preocupación didáctica. Todo surgió de la vida, de los acontecimientos cotidianos releídos a la luz de la Palabra de Dios. Su aportación incomparable a la espiritualidad del siglo XX es una vuelta al Evangelio en su pureza más radical. » Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los Cielos». (Mateo 18,3).
Es verdad que Teresa no dispuso de un texto completo del Antiguo Testamento, pero descubrió la meditación de la Palabra de Dios. Sin ninguna iniciación, sin ninguna cultura bíblica, cita más de mil veces la Biblia en sus escritos. A los 22 años dos textos del Antiguo Testamento cristalizan después de una larga búsqueda, en el descubrimiento de » la vía de la infancia espiritual» que será su gran aportación.
Teresa, apasionada adolescente, ha decidido ser santa. En el Carmelo, cuando era postulante, escribió a su padre: «Labraré tu gloria haciéndome una gran santa».
La palabra de Dios le descubre el camino: «Si alguno es pequeño que venga a Mí» (Proverbios 9,4). «Entonces yo fui»- escribe Teresita- preguntándose qué haría Dios con el pequeño que fuese a Èl. Así cuenta Santa Teresita el descubrimiento de «su caminito» (Manuscrito C, 2).
Esto conlleva una confianza audaz: «Quiero ser santa, pero siento mi impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi santidad».
«Sí, lo sé, cuando soy caritativa, es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto más unida estoy a Èl, más amo a todas mis hermanas» (Manuscrito C, 13).
«Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en los brazos de su padre» (Manuscrito B, 1v).